No suelo hacer entradas muy personales en el blog. Me da reparo, la verdad, pero hace tanto que no actualizo, que he pensado que hacía falta una explicación, y a veces hay que sacar lo que uno tiene dentro.
El año pasado, 2012, si bien en el aspecto jabonero fue un año estupendo, en lo personal, fue un año terrible. Mi padre, que prácticamente vivía conmigo, enfermó. Mi día a día se convirtió en un sin fín de visitas médicas, idas y venidas a los tratamientos, ocupaciones y preocupaciones, hasta que a principios de verano falleció.
Durante todo ese tiempo, los talleres, los proyectos, los amigos, la familia...me ayudaban a desconectar un poco y mantener la cabeza ajena a la inmensa tristeza que sentía. Luego vino un verano raro, y llegó Septiembre, que siempre supone una vuelta a la rutina, y la súbita conciencia de que mi rutina no volvería a ser la misma, y llegó el bajón.
La verdad, no tenía ganas de escribir nada, y las pocas veces que lo intentaba lo dejaba al momento. Estaba triste y desganada, una sensación bastante rara en mi y que no ayuda nada a conseguir la inspiración y el entusiasmo necesario para contar algo interesante. Una amiga me llegó a decir que si yo no tenía ganas de hacer jabón, los mayas tenían razón y realmente el mundo debía estar a punto de acabarse.
Sería muy injusto permitir que penséis que desde entonces todo a mi alrededor ha sido gris y trágico. Nada de eso, la verdad. Desde septiembre también he tenido momentos jaboneros estupendos y divertidísimos con gente fuera de serie, anécdotas potingueras varias y otras cosas que seguro que en otras circunstancias hubiera corrido a contarlas en el blog, solo que cuando me sentaba delante del ordenador sencillamente no podía.
Así que hace ya unas semanas, he decidido terminar con esta fase de autocondescendencia y ponerme las pilas, tanto en lo jabonero como en lo personal, empezando por el blog.
¡Hasta aquí hemos llegado con la pereza! Os debo unas cuantas entradas y me pongo a ello, antes de ponerme supercursi y empezar a sonar como Annie
Besos, muchos besos.
Maribel