Lo primero ¡Feliz Año Nuevo!
Ahora que termina la Navidad, pero aún se percibe en el ambiente un yoquesé mágico, os quería contar algunas cosas que no tienen una explicación racional así como así.
Ahora que termina la Navidad, pero aún se percibe en el ambiente un yoquesé mágico, os quería contar algunas cosas que no tienen una explicación racional así como así.
Yo soy de Madrid, pero de pequeña pasaba todos los veranos y
fines de semana en un precioso pueblo de los Montes de Toledo que se llama San
Pablo de los Montes. Lo considero mi pueblo adoptivo, y aunque hace mucho que
no voy, guardo unos recuerdos maravillosos del pueblo y de su gente.
Fue en San Pablo donde vi hacer jabón por primera vez. Una amiga de
la familia me llevó para que lo viera. Yo, niña de ciudad y bastante
descreída sobre los “remedios de la abuela”, tuve todo tipo de recelos acerca
de que aceites sucios y restos de grasas pudieran formar algo bueno. ¡Quién me iba a decir...!
Hasta muchos años después no volví a ello, ya en los años de los ordenadores y de
Internet.
No deja de ser una paradoja que sean las nuevas tecnologías las
que nos ayuden a volver a las cosas más tradicionales y artesanas. Pues bien, este mundo jabonero me ha hecho
vivir una serie de casualidades y coincidencias que sólo puedo calificar de
conjunciones cósmico-planetarias, y que el mismísimo Iker Jiménez debería
investigar.
Por ejemplo: En una de las últimasreuniones, tuve dos chicas
venezolanas que vinieron a aprender a hacer jabón conmigo, aprovechando que iban a venir a España. Lo curioso es que ellas
no se conocían, pero incluso al otro
lado del charco, tuvieron la misma idea, al mismo tiempo y coincidieron viniendo desde el mismo sitio, que es además un país bien lejano.
Es
bastante raro ¿verdad? Quizá no tanto
como lo que le pasó a Isabel, que le
vendió materiales para hacer jabón a tres personas con el mismo apellido –un apellido
poco común- y cuando les preguntó, resultaron ser primos hermanos entre ellos,
y ninguno sabía que a los otros dos les había dado por la misma afición.
Eso no sé si calificarlo de conjunción astral o de predisposición genética en
la familia.
Y más coincidencias: Me cuenta mi amiga Julieta (también venezolana)
que paseando por Ciudad de México vio
una tienda de jabones y claro, se metió a curiosear, y no sé cómo fue la cosa,
pero me lo imagino algo así: Julieta le
contó a la dueña de la tienda que ella había aprendido a hacer jabones en
España. –Yo también- contestaría la dueña- con una
chica que se llama Maribel – ¡La
misma que yo! Diría Julieta…Y así es
como Cynthia y Julieta, alumnas y amigas mías, se
conocieron en México D.F.
En serio ¿Pero cuántas posibilidades hay de que dos alumnas de mis pequeños, pequeñísimos talleres en Madrid, cada una de un país, coincidan en una de las ciudades más pobladas del mundo?
En serio ¿Pero cuántas posibilidades hay de que dos alumnas de mis pequeños, pequeñísimos talleres en Madrid, cada una de un país, coincidan en una de las ciudades más pobladas del mundo?
Algo parecido pasó cuando mi prima en Sevilla, que tiene un
herbolario, me llamó para consultarme si un aceite que vendía servía para
jabón, porque tenía allí delante una clienta que tenía la duda.
Si. Lo habéis adivinado. Su clienta también era seguidora de mi blog y alucinó cuando supo que los que llevaban años atendiéndola en su “herbolario de toda la vida” eran mis tres primos.
Si. Lo habéis adivinado. Su clienta también era seguidora de mi blog y alucinó cuando supo que los que llevaban años atendiéndola en su “herbolario de toda la vida” eran mis tres primos.
Pues bien: anteayer me llamó una chica interesada en aprender, y estuvimos hablando un buen rato. Al poco, me contó que era de un
pueblo de Toledo. –Seguro que no lo
conoces, porque es pequeño. Se llama San Pablo-
Resulta que voy a enseñar a hacer jabón a la nieta de la
mujer que me enseñó a mí. ¿Es o no es una conjunción jabonera cósmico-planetaria?