Todos los que hacéis jabón sabéis cómo funciona esto: tus amigos sacan el jabón del paquete, lo huelen, hacen unos cuantos cumplidos y da para diez minutos de conversación en los que tu explicas con qué los has hecho y ellos te dicen lo bien que te han quedado, y luego ya se pasa a eso de comentar lo calvos que se han quedado todos los que estaban en nuestra clase y otras cosas semejantes.
Pero mi amigo Pepe, esa noche se mostró realmente encantado, sacó el jabón del paquete cada cuarto de hora, y más que olerlo, lo esnifó un montón de veces, y es que Pepe, cuando se pone, es la viva imagen del entusiasmo.
Yo achaqué esa actitud en parte a que el vino que puso nuestra anfitriona era muy bueno y abundante. Mi sorpresa fue cuando días después me llama y me pregunta si le puedo hacer “veinte o cuarenta” jabones como el de naranja, canela y clavo.
Si Pepe hubiese hecho una vídeo-llamada, me hubiese visto hacer más o menos esto:
¡¡¡¡¡Bieeeeen!!!!
No obstante, yo contesté SI guardando la compostura (creo) , y le pregunté si los quería para algo relacionado con su empresa, pero él me dijo que el jabón le había gustado tanto que lo tenía en su armario para poder olerlo todos los días, y que quería ponerlo por los armarios, los baños, que fuera su regalo para su familia…”quiero que sea la seña de identidad de mi casa, el aroma de mi hogar…” - ¿He dicho ya que Pepe cuando se pone es la viva imagen del entusiasmo?-
Pues este es el jabón de naranja, canela y clavo, que para mí siempre será “El Jabón de Pepe”
También tengo otro amigo Pepe que asociaré eternamente con una fuente de albóndigas, pero eso es otra historia que merece ser contada en su momento...